Entre sueños no soñados.

Hay un papel blanco. Un fondo blanco. Un lienzo. Una pantalla. Un reflejo.
Tengo la necesidad de ver más allá y dejar fluir aquello que significa ese blanco, que sólo yo puedo ver ahora, porque está frente a mi y me obliga a sentir y explorar la profundidad del blanco, tan blanco.
Y como entrar a un sueño recuerdo esa realidad que no fue, y que indica un claro deseo. Una idea incompleta, un existir en otro lugar para decir algo que podría significar otra cosa.
Y desde ahi puedo ver la muerte. y las personas van llegando a un velorio que nunca existió. Es de noche. Oscura noche tapizando mi lienzo blanco. Y entre tanta noche se ve el pasto, verde, tapado por un cielo estrellado sin luna.
Algunos lloran, muchos susurran y yo quiero correr. Recuerdo ese lugar. Un lugar real donde fui feliz ahora en un espacio inventado que pinta el blanco de negro para decir algo que solo yo se que es....
Y llegan ellos... los desconocidos. Bajan de un auto azul nocturno y se sientan en los susurros. Ellos saben algo que yo no. O al menos eso creen los demás que están ansioso por que los conozca y descubra esa verdad que estaba buscando cuando entré a ese lugar. Me cuentan de un arma, me cuentan de un momento vivido antes de nacer. Yo reconozco todo, lo sabía. Siempre lo supe. Y vuelvo a correr. Y caigo en brazos de él, y lloramos. Ella se murió y ya no está. Al menos en ese recuerdo de sueño que ahora es. Y le digo te quiero y lo dejo ir. O me dejo ir. Me voy. Decido doler y salir.
Abro los ojos y estoy aquí. extraña forma de comunicarse mi yo. Y dudo de las emociones encontradas, porque me llevan a mi, adentro, a la profundidad de mi ser donde corro y soy o no soy.
Voy a la cocina y hay mate. y ese olor... ese olor a cedrón que me acerca a tí... y el agua humeante brilla y me llena de luz.
Me siento y decido empezar diferente. Frente a mi hay un libro de colores, intensos colores, vivos.
Y comienzo a leer y voy encontrando un recuerdo de lo que será mi destino.